
Retrato del compositor
Nacho Arimany
por Pablo Lecroisey.
Retrato del compositor Nacho Arimany en mi antiguo estudio en Paseo de la Castellana 170, Madrid.
Creo recordar que eran mediados de julio en la ciudad de Madrid cuando conocía a Nacho. Nos había puesto en contacto una amiga común. Nacho alquilaba un bonito loft en el castizo barrio de Lavapies y por aquel entonces yo estaba buscando casa.
Quedamos a eso de las 14:00 horas para conocernos y me lo enseñara. Como de costumbre tenía mil cosas que hacer e iba con la moto a toda velocidad, no quería llegar tarde.
Cuando voy en la moto me transformo, sale esa parte de mi carácter que normalmente intento mantener apartado de los demás, mis ojos se inyectan de sangre y me convierto en un animal difícil de controlar con una curiosa forma de estar en el mundo.
Al subirte encima de un cacho de hierro que se desplaza mediante explosiones dentro de cilindros cerrados herméticamente y las detonaciones se van acumulando, tu cuerpo cambia de posición tan rápido que empiezas a romper la atmósfera con el cuerpo, el cerebro se aplasta contra el cráneo y empieza a cambiar la percepción de lo que conocías como realidad, entras en un estado de consciencia en el que solo existe el aquí y el ahora.
Jugando con la línea espacio tiempo te tienes que agarrar tanto a la vida que acaba saliendo el dragón.
Seguramente sin él haría ya muchos años que habría acabado muerto en alguna cuneta, no descarto que algún dia me pase, pero aun así no puedo ni quiero renunciar a esta forma de moverme, es la única que tengo de controlarlo, la música a veces funciona, pero no es igual, el quiere llevarme constantemente al otro lado y no me gustaría dejarlo suelto sin control en mi día a día, me ha jugado malas pasadas.
He probado muchas cosas y esta es la que más equilibrio me da. Hasta ahora el precio que he tenido que pagar no ha sido demasiado alto.
Es curioso, cuando más te acercas al más allá, más se resiente tu lado físico, poco a poco tu cuerpo se va endureciendo, te vuelves piedra. Creo que es lo que te debe pasar cuando envejeces.
Retomando la conversación anterior. Llegaba tarde y acostumbrado a moverme por la zona a pie, provocó que diera más vueltas de lo normal con el consecuente estrés. El caso es que mi pulso estaba bastante acelerado.
Normalmen necesito algo de tiempo para que vuelva a mi estado normal, alguna vez he tenido algún encontronazo, sobre todo si son machos, con las hembras es más raro. Y no me gusta, no sería la primera vez que me meto en problemas. Además sabía que iba a conocer un alma fuerte. Nunca sabes qué forma tienen de estar en este mundo y no quería cagarla.
Con el tiempo que transcurre entre que me quito el casco y aseguro la moto suele ser suficiente para relajarme y contaba con ese impasse para recobrar la compostura. Pero Nacho estaba en la calle esperándome, no le conocía de nada y además hacía 20 minutos que esperaba, tenía motivos para estar molesto.
Pero el dragón estaba todavía, no soy capaz de controlar mi mirada y puedo ser muy hiriente.
Solo tuve tiempo de aparcar la moto en un lateral, para cuando quise quitarme el casto, ya lo tenía ahí.
Fue instintivo, le clavé los ojos en cuanto lo tuve delante, fuí directo a mirarle el alma sin ningún tipo de pudor.
No recuerdo haber tenido más veces una sensación así. Dilató las pupilas y me dejó entrar hasta dentro, no sentí síntoma de debilidad o superioridad alguna, todo lo contrario.
Me aplacó al instante, sentí como si me abrazara, me sonriera y me dijera tranquilo todo esta bien, me alegro de que ya estés aquí.
Sentí la serenidad del sabio.
En ese momento entendí, cómo pudo aprender a mover el mundo con el eco del rebote de un simple grano de arroz y la dulce repercusión de su percusión.
Antes de que pudiéramos dirigirnos una palabra ya éramos amigos, no un amigo cualquiera, de los que se respetan, admiran y entienden. O por lo menos yo tuve esa sensación.
A partir de ese momento y nunca mejor dicho, todo fue sobre ruedas.
No le alquile la casa, pero conseguí algo mucho más preciado.
Esa misma tarde no podía quitarme de la cabeza la imagen de Nacho con el pelo así. Tuve suerte y ese mismo mes pocas horas antes de que volviera a la ciudad de New York pudimos materializarla.